¿Qué hay detrás de la procrastinación?
Para empezar a analizar la relación que existe entre lo psicológico y el hecho de procrastinar, es fundamental explicar de qué se trata esto último. La procrastinación es, por definición, el hábito de retrasar y postergar actividades o situaciones que requieren de mayor atención y compromiso, sustituyéndolas por otro tipo de situaciones de menor relevancia pero a menudo más divertidas o amigables.
Es decir, que se puede entender a la acción de procrastinar como una forma de evitar o esquivar los sucesos más propios de la realidad, para darle lugar a cuestiones que no resuelven los problemas ni las tareas, pero no demandan en ese momento un desgaste. Sin embargo, los retrasos y las postergaciones, a la larga, terminan por generar muchos más problemas que soluciones, porque se pierde el tiempo, se achican los márgenes para dar respuesta a los temas sin resolver y se desencadena un efecto dominó, en el que las fechas límites caen una detrás de otra.
Procrastinación consciente o inconsciente
Muchas veces, una persona es consciente de que postergar una tarea lo llevará luego a una encrucijada, pero aún así elige dejar de lado sus responsabilidades más urgentes. Asimismo, la procrastinación también aparece como un enemigo que no se muestra como tal, por ejemplo, al momento de sentarse a estudiar o resolver una actividad laboral para la cual la fecha o el horario no es un problema en lo inmediato, surge un pensamiento que invade la cabeza y que interpone la idea de darse un baño o cambiarse de ropa “para estar más cómodo”, y luego si ya pasar a la acción.
De esa forma, uno deja de hacer lo que tiene por delante y cambia de actividad, pasando a una más liviana en términos de concentración. De ahí en más, suele ocurrir que, al igual que se explicaba antes, se da una secuencia en cadena de distintas distracciones que van alejando a la persona del objetivo inicial que era estudiar o trabajar: comer algo, limpiar, revisar el celular e ingresar en redes sociales, iniciar una conversación, escuchar música, jugar con una mascota y hasta salir a dar un paseo.
Cuando se cae en la cuenta, pueden haber pasado algunas horas y el tiempo que se le había asignado a la tarea en cuestión, se ha esfumado, lo que lleva a un sentimiento de culpa, que a su vez se transforma en nervios y agobio, poniendo a la mente en un mal lugar.
Los mejores métodos para ganarle a la procrastinación
Como en todo problema, lo primero que se debe hacer es asumir que existe tal inconveniente y que es necesario revertir la situación. En este caso, con el manejo del tiempo, la concentración y el poder llevar a cabo las tareas sin caer en distracciones, lo mejor para comenzar a dar la batalla es cancelar las tentaciones. ¿Cómo? Muchos expertos en la materia recomiendan identificar los focos que pueden resultar en una distracción, como ruidos, pantallas, dispositivos, entre otros elementos, para dejarlos fuera del campo visual y del alcance mientras se esté realizando la actividad prioritaria.
Subtareas para alivianar la carga
Si uno busca ser demasiado abarcativo, poniéndose objetivos grandes desde el arranque, puede terminar por claudicar a mitad de camino viendo que el final está lejos todavía. En cambio, si se marcan hitos más cortos o pequeños, la motivación se irá renovando y el trayecto hacia el objetivo final se hará mucho más ameno.
El famoso primer minuto
Muchas veces, lo más difícil es dar el primer paso, arrancar, poner primera y cualquier otra analogía que le quepa. En este sentido, el primer minuto de la actividad suele ser el que más cuesta, ya que es el que requiere pasar del pensamiento a la acción, pero para hacerlo más fácil, es bueno tener en cuenta que una vez que se atraviesa esa barrera y el cerebro comienza a enfocarse en función de la actividad o tarea a realizar, se inicia una especie de proceso de inercia en el que la mente ayuda a mantenerse focus.
Recompensas y descansos
Una buena práctica, que ayuda a menguar las interrupciones, es la de premiarse al haber alcanzado un hito o meta. Así, la tarea que sea aburrida o tediosa y que lleve naturalmente a procrastinar, se hará con un propósito que va más allá y se asocia con algo positivo.
En la misma línea, hacer breves descansos entre cada etapa rumbo al objetivo, es una buena manera de no cansar o agotar la mente y poder terminar una tarea sin tener que postergar o abandonar por un tiempo prolongado. Está comprobado que el cansancio es un factor que multiplica el desinterés y reduce la capacidad de esfuerzo.
Bienestar psicológico como clave
Desde la Universidad de Carleton, en Canadá, el profesor Tim Pychyl se ha dedicado a estudiar la procrastinación y algunas de sus conclusiones son más que interesantes para pensar en la problemática desde otro punto de vista. Tim dice que una de las razones principales por la cual una persona pierde más el tiempo que otra, tiene más que ver con la manera en que cada uno gestiona sus emociones, incluso más que con el manejo del tiempo como tal.
En uno de sus estudios, publicó: “se ofrece evidencia psicológica de que el verdadero problema en quienes retrasan sus tareas es la falta de control sobre sus emociones. Se demuestra cómo los centros emocionales del cerebro pueden realmente afectar a la capacidad de auto-control de una persona".
De esa forma, se concluye que trabajando con la mente, modificando el mindset y ejercitando la capacidad de control de emociones, es mucho más factible poder ganarle a la procrastinación. El bienestar psicológico, una vez más, vuelve a ser vital.