Los problemas del cambio constante
Mucho se habla de la necesidad del cambio, de que el cambio es algo positivo y que resistirse a eso es un síntoma de estatismo. Pero, ¿Qué ocurre cuando se cambia todo el tiempo? ¿Es saludable eso? Cuando el cambio se convierte en una constante, puede generar fatiga y hasta una pérdida del rumbo en un equipo de trabajo dentro de una organización.
El cambio desmedido puede provocar saturación e impide el acostumbramiento a un modelo de trabajo. Porque antes de que eso se produzca, viene una nueva modificación. Y así constantemente. También puede ocurrir que las grandes empresas encaran un proceso de transformación organizacional que se queda en la etiqueta y no va más allá.
Cuando esto ocurre y se ingresa en un círculo de cambio constante, lo importante es generar una cultura sólida que prevenga la fatiga del cambio y tener en claro qué valores, principios y creencias deben mantenerse firmes. Más allá de que todo lo que nos rodea esté cambiando.
El efecto detrás del estrés por el cambio
Cuando el cambio es inevitable y se produce de manera constante, puede generar cansancio, frustración y apatía, que por supuesto es un efecto no buscado ni deseado. Esto puede traducirse en desilusión y pérdida de productividad, cuando en realidad lo que se busca con un cambio es aumentar el compromiso y reducir el agotamiento.
Los profesionales que experimentan la fatiga por el cambio están menos comprometidos con la empresa y en consecuencia son más propensos a renunciar. Lo que por supuesto es un efecto negativo si se pierden talentos valiosos de manera innecesaria y que luego serán difícil de reemplazar.
El valor de la estabilidad
Todo proceso de cambio dentro de una organización debe darse sin sacrificar ni la eficiencia ni la productividad. Y para que esto sea así, se debe comprender el valor de impulsar la velocidad a partir de la estabilidad. Algo que muchas veces parece antagónico, pero en realidad no lo es.
Las empresas pueden lograr agilidad organizacional combinando elementos estables y dinámicos en sus estructuras, gobernanza y procesos. La clave pasa, entonces, por mantener una estructura vertebral estable y combinarla con elementos dinámicos que se adaptan rápidamente a nuevos métodos y escenarios.
Una cosa es tener elementos dinámicos y adaptables, capaces de ajustarse para responder rápidamente ante una determinada demanda o situación. Pero otra muy distinta es modificación constante del eje central de la organización. Existen estructuras, procesos y normas que deben cambiar poco para evitar la fatiga y la pérdida de eficiencia.
El rol de los líderes
Para prevenir la fatiga producida por el cambio, el rol de los líderes es fundamental. Estos deben estar comprometidos para fomentar la confianza dentro de la organización y tener un lineamiento claro. Si con frecuencia el rumbo se modifica, se produce esa pérdida de compromiso y productividad que mencionamos más arriba.
La función de un líder también pasa por mantener una cultura transparente y sólida dentro de la organización. Que incluya normas de comportamiento claras y constantes, orientadas a mantener los valores, principios y creencias que son pilares dentro de la estructura organizacional.
También debe estar atento el líder a acompañar a aquellos profesionales que se sientan cansados y frustrados producto del cambio. Con el propósito de retener talento valioso para la empresa, que después es muy complejo reemplazar.
En definitiva, la capacidad de reaccionar rápidamente ante los cambios fugaces que pueden estar dados por el mercado, la competencia o lo que fuera, es algo sensato. Pero modificar continuamente el rumbo, los objetivos y el eje central de una organización puede llevar a la fatiga de los trabajadores y al caos interno.