Propósito, motivación e inspiración
“Mi nombre es Carlos Aravena, soy cofundador y CEO de Poliglota, soy de Chile y básicamente no recuerdo haber pensado hacer otra cosa que construir empresa, siempre quise ser empresario”, afirma con absoluta convicción.
Así se presenta Aravena, que parece nunca haber tenido duda alguna sobre su propósito y motor de vida. De hecho, varios años después del inicio de su camino, lidera una compañía internacional, innovadora y de alto impacto que materializa sus aspiraciones más puras: “Dentro de ese anhelo siempre tuve motivaciones propias: resolver una necesidad importante de las personas, hacerlo a escala global y brindando una experiencia cool, con estilo y agradable”.
ADN emprendedor y un aprendizaje para toda la vida
Antes de fundar Poliglota, Aravena lógicamente recorrió un largo camino en donde acumuló experiencias y lecciones sumamente valiosas. Tal vez algunas de las más significativas, se retrotraigan a su juventud y a su origen familiar.
“Vengo de una familia emprendedora”, comienza relatando, y continúa: “Mi papa es un emprendedor, no exitoso pero sí perseverante. Desde mis diez u once años notaba en su taller mecánico el amor incondicional por el cliente, cuando llegaba un auto lo primero que hacía mi papá era darle una Coca Cola e invitarlo a sentarse, esos detalles me quedaron muy marcados. Yo comencé limpiando las llantas, los parabrisas, luego atendí el mesón, después la caja, y estando ahí adquirí esa mentalidad hacia el consumidor, me marca mucho ese amor por el cliente”, confiesa.
Además de esa característica positiva, Aravena destaca otra enseñanza que también supo aprovechar aunque no haya sido grata en su momento: “Otra cosa que me marca mucho es que todos los negocios de mi padre eran muy mal administrados y quebraban, lo que hacía que también quiebre la familia. Ver que tu familia se desmorona por algo que ha costado tanto construir es muy fuerte, por eso creo que el negocio puede quebrar pero el emprendedor no, hay que administrarse muy bien y tener plan A, plan B y plan C”, sugiere sentidamente.
Poliglota, una solución cool y masiva que ha sabido reinventarse para sobrevivir
Tal como define su fundador, Poliglota es “la plataforma de aprendizaje de idiomas que te permite conocer personas increíbles”. Actualmente, funciona con pequeños grupos de cuatro a cinco personas unidas por un algoritmo social que los agrupa según sus intereses para que tengan mayor confianza, bajen las barreras del miedo y se integren fácilmente. Además, las sesiones son guiadas por un coach y avanzan de nivel en bloques cada cuatro semanas.
Al día de hoy, superó los 25.000 alumnos en México, Chile, Perú y Colombia, con un equipo de trabajo de más de 170 personas y más de 300 coaches en su plataforma. Sin embargo, todo su éxito y proyección del presente no ha llegado mágicamente, sino que se debe a un proceso largo y a la toma de sabias pero arriesgadas decisiones a tiempo.
La primera transformación: de red social a vender una experiencia
“Poliglota ha pivoteado muchas veces, es decir, hubo zamarreos fuertes en la organización que hicieron cambiar todo un modelo, una mentalidad. Pivotear no es fácil, es más fácil quebrar, cuando se habla de pivotear es sangre y sudor pero sin lágrimas, sino no funciona”, anuncia sabiamente Aravena.
Durante sus primeros años, Poliglota era una red social de intercambio de idiomas que funcionaba en bares, principalmente en ciudades donde las personas iban de intercambio y querían aprender o practicar el idioma, por lo que a través de ella se reunían con gente en su misma situación. La plataforma era completamente gratis y comenzó a crecer porque su valor humano era realmente grande. “Todas las semanas nos llegaban cartas de historias que pasaban en Poliglota, desde amistades, parejas, casamientos y separaciones”, cuenta Aravena.
Sin ningún modelo de negocios, la red social se mantenía y crecía por el aporte de muchos voluntarios y en parte también gracias al funcionamiento de un proyecto previo de sus fundadores que se llamaba Súper Promedio, un sitio donde padres de niños y jóvenes compraban horas de clases particulares de apoyo para sus hijos brindadas por alumnos universitarios avanzados.
“Para 2012 juntamos 10.000 personas en más de 30 países, en más de 300 ciudades y nos invirtió Telefónica a través de Wayra con algo así como 50.000usd con lo que decidimos poner el foco en que la red social esté en todo el mundo”, relata Aravena, y continúa: “En 2013 levantamos con un fondo suizo 300.000usd pero después de invertir mucho en equipo tecnológico se nos acabó el dinero, esa fue la primera crisis fuerte que tuvimos. Éramos un equipo de diez personas sin dinero en caja y era muy difícil levantar inversión sin un modelo de negocios, habíamos probado diferentes estrategias pero los usuarios no tenían esa posibilidad de pago”.
Aprender de lo vivido y reinventarse
Cuando Poliglota se quedó sin recursos, Aravena y sus socios debieron tomar una decisión: “Tuvimos que decidir si tirar cinco años por la borda o cambiar el modelo, entonces nos convencimos que eso no resultaba más y pensamos en quedarnos con lo aprendido hasta el momento”, recuerda.
A partir de esa premisa, tomaron algunos aprendizajes como punto de partida para la reinvención: “En primer lugar, para aprender un idioma las personas necesitan sí o sí interacción, luego, que la enseñanza tradicional no resulta, ya que solo un 2% puede mantener una conversación en otro idioma siendo que el 80% en Latinoamérica tiene inglés obligatorio en los colegios con más de 920 horas de clase, y por último, que el idioma se ve como algo académico cuando en realidad tiene otra esencia, tiene que ver con conocer una cultura, personas, ser empático y poder comunicarse”, repasa Aravena.
“Entendimos que la clave era paquetizar esa experiencia”, explica, “cambiamos el bar por el café, añadimos la figura del coach y diseñamos un modelo donde la gente nos compraba horas de clase. En octubre salimos con el nuevo producto, recién en noviembre vendimos nuestros primeros 150usd, pero en diciembre pasamos a vender 4.000usd. Eso generó un cambio de switch en los tres founders, Nico, Jose y yo, por fin teníamos algo que vender”.
Pandemia y cuarentena, un nuevo pivoteo obligado
“En marzo de 2020 teníamos un equipo de 70 personas y cerca de 2.000 alumnos activos tomando horas de clase en Starbucks, pero de la noche a la mañana quedó todo cerrado”, recuerda Aravena sobre un momento altamente crítico pero que los obligó a ser creativos y sobreponerse.
Poliglota le pidió a todos sus alumnos un poco de paciencia para poder ofrecerles algo mejor y trabajó en silencio. Apalancados en la fortaleza de su comunidad y su fuerte propósito, lograron crear algo nuevo que, finalmente, terminó significando un salto exponencial para la compañía.
“El 1 de abril salimos con un producto nuevo, una experiencia online. El proceso fue difícil pero trabajamos en tiempo récord, seguimos todos los protocolos para seguir firmes y unidos, y lo logramos. Sacamos el nuevo producto y vendimos cerca de 100.000usd, lo que nos marcó que ese era el momento para lograr la curva exponencial que tanto anhelábamos”, narra orgulloso Aravena.
Tras una nueva transformación, Poliglota volvió a reinventarse y encontró incluso una fórmula mejor: “Ahora tenemos la posibilidad de ser globales, con profesores y alumnos de todo el mundo. Lo hicimos atravesando el crecimiento de conocer al usuario, tener mucho feedback y entender cómo se podía mejorar el servicio. Y lo logramos”, remata.
Poliglota sueña en grande
“Queremos llegar al millón de alumnos de aquí al 2025, ese es el plan, tenemos un rol de expansión que toma Europa y Asia, pensamos en ser más globales”, anuncia Aravena.
Sin embargo, los objetivos no se quedan solamente en las estadísticas, sino que aspiran a mucho más: “Realmente sabemos que si subimos ese 2% de la población que es capaz de mantener una conversación en otro idioma estaremos cambiando la historia de un continente. Aprender un idioma tiene que ver con la empatía, con la apertura de la gente y con obtener las mejores oportunidades que nos brinda el mundo”, concluye con esperanza.