Cuántas veces se ha escuchado aquella popular frase “el que no arriesga no gana”. Es que por una cuestión lógica, mientras más está en juego, mayor es el porcentaje de poder sacar algún beneficio de ello. Y en los negocios este fenómeno se mantiene, de forma proporcional cuanto mayor es el riesgo mayores serán las chances de escalar de forma abrupta y capitalizar exitosos resultados. Es por eso que las startups aprenden a convivir con ese riesgo o incertidumbre, entendiendo que es de alguna manera las bases que deben aceptar.
Con frecuencia, al hablar de riesgo se relaciona a este término con inconsciencia al tomar una decisión o simplemente falta de responsabilidad. Sin embargo, en las startup el eje está puesto en otro lugar. Es decir, quizás lo que puede volver riesgoso a un proyecto es que el modelo de negocio resulte tan novedoso que no se haya probado si verdaderamente funciona. Lo mismo ocurre con el nivel de competencia, si la industria está abarrotada de empresas habrá menos margen de error y será más difícil triunfar.
Profundizando un poco más en estas apuestas y desafíos que enfrentan las startups para poder lanzarse, existen algunos casos puntuales que retratan muy bien esta realidad. Netflix es uno de ellos, por ejemplo. El gigante de las plataformas de streaming apostó por dejar atrás el formato físico de DVD y arriesgar todo al consumo directo en internet. Una oportunidad que hoy parece éxito asegurado, pero en ese momento representaba un mar de incertidumbre. De hecho, sus fundadores consideraron vender la empresa y hasta la ofrecieron a Blockbuster.
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Las startups que saben convivir con el riesgo tienen conciencia de su existencia, y es a partir de ello que aprenden a administrarlo. En esta línea, la mayoría de las empresas que emergen se encuentran inevitablemente en una situación de vulnerabilidad. Ya sea por la cantidad de recursos con los que cuentan o por tener un equipo de trabajo que carece de gran experiencia, las amenazas están a la vista.
A este escenario se suman algunos atenuantes como las responsabilidades legales, por ejemplo. El hecho de innovar suele traer dificultades debido a que en muchos países existen normas que pueden poner barreras a aquello que se veía tan bien en la mente. Así también aparecen otros factores como la volatilidad del mercado o el riesgo de enfrentar pérdidas financieras.
Dicho esto, la gestión de riesgos se basa en dar cuenta de este escenario y planificar más allá de la incertidumbre. Colocar objetivos a corto, mediano y largo plazo que también contemplen estrategias para enfrentar esos posibles obstáculos. Cabe destacar aquí que la propuesta de valor adquiere un lugar primordial. Estos entusiastas proyectos tienen como regla una propuesta clara y concisa que pueda ser explicada en pocas palabras para atraer inversión.
Así como Netflix estableció el rumbo en su industria y marcó precedente, el éxito de Tesla demuestra una vez más que enfrentar el riesgo puede traer resultados positivos exponenciales. Como ocurre con la mayoría de las startup, en sus inicios esta compañía tenía como objetivo especializarse en una tecnología novedosa que aún no había sido explotada por otra firma. De esta forma, sus fundadores decidieron abrirse camino en la fabricación de vehículos de emisiones cero para competir con los ya establecidos.
Si bien el nombre de Elon Musk llega prácticamente de forma automática a la mente al mencionar la fábrica Tesla, quienes iniciaron este camino fueron Martin Eberhard y Marc Tarpenning en julio de 2003. En estos años, el negocio de los autos eléctricos era un sector que no prometía mucho, incluso la poderosa compañía General Motors decidió retirar y destruir sus vehículos eléctricos EV1.
A lo largo de la historia de la compañía, y ya con Musk como dueño, Tesla enfrentó múltiples desafíos que daban cuenta de los riesgos diarios que tomaba la firma. Los problemas financieros fueron un gran obstáculo a lo largo de todo el recorrido, así como también las dificultades para desarrollar baterías de alto rendimiento. Por otro lado, el riesgo siempre estuvo muy presente al enfrentarse a una industria automotriz establecida que criticaba cada vez que podía a Tesla.
No es que en cualquier otro emprendimiento no sea importante, pero al momento de describir los pilares de una startup exitosa la conformación de su equipo es fundamental. Saber gestionar el riesgo y cargar con la presión que ello conlleva resulta imposible si los profesionales que acompañan el proyecto no mantienen una visión del negocio compartida.
De igual manera, la buena comunicación y transparencia permite que un equipo mantenga la solidez a pesar de los obstáculos que toquen enfrentar. Cuando las cosas marchan bien es fácil que las discusiones queden atrás. Sin embargo, las startups que aprenden a convivir con el riesgo cargan con situaciones que pueden ser verdaderamente estresantes. Y es allí donde la fortaleza del equipo se antepone a las adversidades.
